sábado, 14 de mayo de 2016

ANDRES ROCA REY HACE HISTORIA EN LA CATEDRAL DEL TORERO

En su confirmación en San Isidro
FUENTE: ABC.-Primer festejo de «No hay billetes». A la primera actuación de dos figuras, Castella y Talavante, se une la confirmación del peruano Roca Rey. Asiste Don Juan Carlos, al que brindan Roca y Castella. Apenas sucede nada hasta el quinto toro, al que Talavante corta una oreja; en el último, Roca Rey arrolla, enloquece a la Plaza, corta dos trofeos y abre la Puerta Grande.
A muchos les escama que haya que remendar la corrida de Cuvillo con dos toros, después de haber lidiado doce en Sevilla y los de la tarde triunfal de Jerez. En Las Ventas, el nivel de exigencia, en los toros, es distinto. Por eso algunos diestros no quieren venir. El recelo aumenta por la presentación y escasez de casta de varios: un sector del público se pone muy en contra, parece que la tarde va a encallar.
Castella, triunfador del pasado San Isidro, va a torear cuatro tardes: un gesto de figura (Ignacio Sánchez Mejías llegó a actuar las seis tardes que componían toda una Feria de Julio valenciana). No tiene suerte, esta vez. Escucho el final de su brindis, lacónico y perfecto: «¡Viva el Rey, viva España!» El toro es manejable pero se raja pronto: Sebastián no logra prender la chispa y escucha un aviso, toreando. El cuarto, de Mayalde, se llama «Atrevido» pero no es como el famoso de Antoñete: repite pero protestando, sin ritmo. No tienen eco la técnica y voluntad del diestro, que pincha, sin entregarse.
Talavante ha encontrado su camino de figura. En el segundo, se simula la segunda vara y eso suscita la justa bronca. (Dicen que Cuvillo atiende mucho más al juego en la muleta que en el caballo: eso, en Las Ventas, todavía, no cuela). Alejandro logra algunos buenos naturales pero el toro se cae cinco veces, durante la faena: así, en Madrid, es imposible triunfar. Pincha repetidamente. El quinto es el peor de la tarde: embiste descompuesto, suelta constantes tornillazos (da un gran susto a Trujillo). Sorprendentemente, Alejandro le planta cara, al natural: a pesar de los desarmes, exponiendo mucho, acaba logrando naturales emocionantes. Una faena muy seria, en una línea diferente de la suya habitual. Mata bien: justa oreja.
Con sólo 19 años, Andrés Roca Rey tiene cualidades claras de figura: cabeza fría, valor natural, variedad. En el primero, levanta un clamor al replicar, con el capote a la espalda, el quite de Castella. Comienza con tres pases cambiados y sigue por la derecha, muy mandón, aguanta parones. Como el toro se raja, recurre a lo menos clásico y los puritanos se lo reprochan, injustamente. El sexto, de Mayalde, es serio, alto, abierto de pitones: se mueve, va fuerte, sin fijeza. Andrés asusta al público con un tremendo quite, capote a la espalda. Enlaza los estatuarios con unos cambios tan ceñidos que el toro le tropieza; templa por la derecha, aguanta coladas por la izquierda: traga de verdad, se juega la cornada, con serenidad asombrosa, pone a la gente de pie. Entra a matar volcándose, sale con la taleguilla rota. Se han acabado ya los recelos: el público madrileño se ha entregado a un nuevo fenómeno. ¡Qué bueno es esto para la Fiesta, en el Perú!Y, en general, en todo el mundo taurino. Roca Rey ha apostado fuerte y ha ganado. Si le respetan los toros –su toreo es de enorme riesgo– va a arrasar, en muchos ruedos. Sólo he lamentado que no lo haya visto, esta tarde, su compatriota Mario Vargas Llosa, que me preguntó por él.
En Sevilla, me dijo Roca Rey que prefería la música de su tierra y de su edad, el reguetón. Le encajan bien varios títulos de este género: «Aquí estoy, en el destino me encontrarás»; «No dudes»; vengo a «La pelea»; aprovecho «La ocasión»; busco «El corazón»; «Te quiero convencer»... Por mi edad, me gustan más las canciones peruanas tradicionales, que también se le pueden aplicar: es un «Caballero de fina estampa»; “Pasito a paso, vas caminando por la vereda, que tienes alma de tradición»; esta tarde, ha logrado unir «Sueño y realidad»... Y a Mario Vargas Llosa, tan interesado por él, pero que no ha podido verlo –dedicado, en Argentina, a otros felices menesteres–, yo le podría decir: «Déjame que te cuente, limeño, déjame que te diga la gloria, ahora que aún perdura el recuerdo...» Y todo el triunfo de Andrés Roca Rey se resumiría en un título feliz: «El cóndor pasa».