POR JUAN JOSE CABELLO
La creación del Museo Taurino de Acho, inaugurado el 18 de octubre de 1962, representó una feliz iniciativa para preservar el patrimonio cultural vinculado con la tauromaquia. Para entonces, en nuestra bicentenaria plaza se habían acumulado diversos objetos y recuerdos de los diestros que habían pasado por allí, y de los festejos y las ferias realizadas, tales como trajes de luces, capas, estoques, carteles, programas y billetes de entradas. También había pinturas, grabados, litografías y un valioso archivo fotográfico, además de libros, revistas y publicaciones especializadas.
A lo largo de los años, la colección se ha enriquecido con donaciones de generosos aficionados y sus propias adquisiciones, lo que le permite contar con obras de artistas como Sabogal, Cocteau, Le Corbusier y Picasso, entre otros, de allí que es considerado uno de los museos taurinos de mayor importancia en el mundo por la calidad de sus piezas.
Sin embargo, el tiempo no transcurre en vano, Debemos considerar que desde la aparición de los primeros museos en el siglo XIX, su definición ha cambiado, al punto que hoy según la UNESCO, el término se aplica a “una institución permanente, sin fines lucrativos, al servicio de la sociedad y de su desarrollo, abierta al público y que realiza investigaciones sobre testimonios materiales del hombre y de su entorno, los adquiere, los conserva, los comunica y, en particular, los expone con fines de estudio, educación y recreo”.
Adaptarse a esta definición requiere de recursos que el Museo Taurino de Acho no cuenta, pues como sabemos, el propietario del Museo es la Sociedad de Beneficencia de Lima Metropolitana. Su inversión en el museo ha sido inexistente, ya que los fondos que esta recauda de la empresa concesionaria de la Feria del Señor de los Milagros se utilizan prioritariamente para mantener los comedores populares, orfelinatos y asilos que tiene a su cargo.
Por ello propongo realizar una cruzada para cumplir con lo que la UNESCO describe como su misión esencial en el siglo XXI: prácticas de conservación, protección y difusión de los valores del patrimonio cultural que alberga. La tarea es ardua, pues en un diagnóstico inicial se observa que los ambientes carecen de luz y ventilación idónea, y que no existe un control de la humedad lo que favorece la proliferación de hongos, sobre todo en aquellas piezas que tienen como base el papel o la tela. De otra parte, el catálogo no está registrado en un soporte informático. Tampoco existe un tratamiento museográfico ni señalética moderna y, por la falta de un almacén las paredes están atiborradas sin que las obras se aprecien por la consecuente contaminación visual. Asimismo, las fotografías deben ser digitalizadas para ser reemplazadas periódicamente. La lista de necesidades podría continuar, pero considero que es urgente “tomar al toro por las astas”.
Al respecto, no creo que transferir el Museo al INC o al Ministerio de Cultura sea una solución, ya que las arcas del Estado siempre serán exiguas para los museos. Opino que la solución debe surgir de la sociedad civil. De hecho, ya existe un modelo de gestión exitoso en el Museo de Arte de Lima. Se trataría de constituir una asociación de amigos del museo que, sin fines de lucro, se encargue de la captación y de la gestión de fondos, con el incentivo tributario que prevé la ley del Ministerio de Cultura.
Una gestión adecuada permitiría mejorar las condiciones del Museo Taurino de Acho y convertirlo en un lugar vivo para realizar exposiciones, conferencias, proyecciones e incluso publicaciones durante el año y actividades descentralizadas. No solo se trata de preservar nuestro legado cultural, sino promover el vínculo histórico entre el toreo y el arte, tal como dan fe destacados intelectuales que desde Manuel Segura, Pancho Fierro, Ricardo Palma, Abraham Valdelomar, Jorge Vinatea Reinoso, Víctor Humareda, Nicomedes Santa Cruz, hasta Antonio Cisneros, Ramiro Llona y Mario Vargas Llosa, entre muchos otros, han asistido a nuestra plaza.
Teniendo ad portas la conmemoración de los 50 años de fundado su recuperación puede ir a la par con la puesta en valor del Mirador de Ingunza, el Convento y la Alameda de los Descalzos, el Paseo de Aguas y la Quinta de Presa, con lo cual se configuraría un excepcional circuito turístico que beneficiaría al tradicional barrio bajopontino y a sus habitantes, en gran mayoría de pocos recursos económicos, quienes podrían mejorar su calidad de vida.
A lo largo de los años, la colección se ha enriquecido con donaciones de generosos aficionados y sus propias adquisiciones, lo que le permite contar con obras de artistas como Sabogal, Cocteau, Le Corbusier y Picasso, entre otros, de allí que es considerado uno de los museos taurinos de mayor importancia en el mundo por la calidad de sus piezas.
Sin embargo, el tiempo no transcurre en vano, Debemos considerar que desde la aparición de los primeros museos en el siglo XIX, su definición ha cambiado, al punto que hoy según la UNESCO, el término se aplica a “una institución permanente, sin fines lucrativos, al servicio de la sociedad y de su desarrollo, abierta al público y que realiza investigaciones sobre testimonios materiales del hombre y de su entorno, los adquiere, los conserva, los comunica y, en particular, los expone con fines de estudio, educación y recreo”.
Adaptarse a esta definición requiere de recursos que el Museo Taurino de Acho no cuenta, pues como sabemos, el propietario del Museo es la Sociedad de Beneficencia de Lima Metropolitana. Su inversión en el museo ha sido inexistente, ya que los fondos que esta recauda de la empresa concesionaria de la Feria del Señor de los Milagros se utilizan prioritariamente para mantener los comedores populares, orfelinatos y asilos que tiene a su cargo.
Por ello propongo realizar una cruzada para cumplir con lo que la UNESCO describe como su misión esencial en el siglo XXI: prácticas de conservación, protección y difusión de los valores del patrimonio cultural que alberga. La tarea es ardua, pues en un diagnóstico inicial se observa que los ambientes carecen de luz y ventilación idónea, y que no existe un control de la humedad lo que favorece la proliferación de hongos, sobre todo en aquellas piezas que tienen como base el papel o la tela. De otra parte, el catálogo no está registrado en un soporte informático. Tampoco existe un tratamiento museográfico ni señalética moderna y, por la falta de un almacén las paredes están atiborradas sin que las obras se aprecien por la consecuente contaminación visual. Asimismo, las fotografías deben ser digitalizadas para ser reemplazadas periódicamente. La lista de necesidades podría continuar, pero considero que es urgente “tomar al toro por las astas”.
Al respecto, no creo que transferir el Museo al INC o al Ministerio de Cultura sea una solución, ya que las arcas del Estado siempre serán exiguas para los museos. Opino que la solución debe surgir de la sociedad civil. De hecho, ya existe un modelo de gestión exitoso en el Museo de Arte de Lima. Se trataría de constituir una asociación de amigos del museo que, sin fines de lucro, se encargue de la captación y de la gestión de fondos, con el incentivo tributario que prevé la ley del Ministerio de Cultura.
Una gestión adecuada permitiría mejorar las condiciones del Museo Taurino de Acho y convertirlo en un lugar vivo para realizar exposiciones, conferencias, proyecciones e incluso publicaciones durante el año y actividades descentralizadas. No solo se trata de preservar nuestro legado cultural, sino promover el vínculo histórico entre el toreo y el arte, tal como dan fe destacados intelectuales que desde Manuel Segura, Pancho Fierro, Ricardo Palma, Abraham Valdelomar, Jorge Vinatea Reinoso, Víctor Humareda, Nicomedes Santa Cruz, hasta Antonio Cisneros, Ramiro Llona y Mario Vargas Llosa, entre muchos otros, han asistido a nuestra plaza.
Teniendo ad portas la conmemoración de los 50 años de fundado su recuperación puede ir a la par con la puesta en valor del Mirador de Ingunza, el Convento y la Alameda de los Descalzos, el Paseo de Aguas y la Quinta de Presa, con lo cual se configuraría un excepcional circuito turístico que beneficiaría al tradicional barrio bajopontino y a sus habitantes, en gran mayoría de pocos recursos económicos, quienes podrían mejorar su calidad de vida.
Es momento de actuar!