lunes, 2 de febrero de 2009

SI LOS CABALLOS HABLASEN

Por: Gregorio Tebar Perez.
Torero.
Sí, sí, si nosotros, los caballos, pudiésemos hablar diríamos y explicaríamos muchas cosas sobre nuestros amigos, domadores, caballistas y banderilleros, los antaño Caballeros Rejoneadores.Estamos a salvo de las críticas hacia todos los fallos de nuestros jinetes y amigos, pero no nos libramos de recibir golpes, varetazos y muchas veces graves cornadas de nuestros iguales los toros. El día de ayer en una plaza de toros muy coquetona y llena de féminas en su gran mayoría, dimos la cara y los cuartos traseros todas las veces que nuestros jinetes nos lo ordenaban. Nosotros no les llamamos “toreros a caballo”, por la sencilla verdad y razón de que los únicos toreros y valientes somos nosotros. Ellos, nuestros amigos que sufren y luchan con una ilusión a toda prueba y que nos educan para torear con garbo las embestidas de los toros, de cuando en cuando tienen errores, como en el día de ayer, y pasamos muy malos ratos. Los golpes o cogidas, sin herirnos, son dolorosísimas. Pero no nos quejamos, al contrario, reaccionamos como lo que somos, caballos toreros y valientes. Somos de una pasta fuera de lo común, mérito de nuestros domadores y jinetes convertidos en buenos, regulares y a veces desacertados banderilleros.
Decimos que cuando por las circunstancias que sean nuestros jinetes no sepan resolver sus problemas delante del toro, que no nos arrojen y nos abandonen a nuestra suerte entre los pitones del toro. Y si somos atropellados varias veces como en día de ayer, debiera la autoridad competente de alguna manera llamar al orden a mi amigo y rejoneador, para que estos trances tan desagradables no se den tarde sí y otras también. Lo decimos porque cuando terminamos nuestras lucidas clases de arte y valor (pues nuestro es el verdadero mérito) y el caballero rejoneador ha estropeado con su torpeza o mala suerte nuestra grandiosa labor, nos debieran sacan al ruedo para que nuestros seguidores nos dediquen sus calurosas ovaciones, pues nosotros somos salvos de la pésima puntería de nuestros amos.