Opinión de la Prensa española tras el histórico triunfo de Andrés Roca Rey
NAVARRA.COM
IGNACIO MURILLO
Excepcional corrida de Jandilla. Cayetano se
queda a las puertas de acompañar a los dos toreros con una oreja en el
quinto de la tarde.
Ni Billy
Widler ni Speilberg hubiera sido capaces de plantear un
guión con tantos elementos y un final tan rotundo si les hubieran pedido que
escribieran para una película la última tarde de Padilla en Pamplona.
El Pirata comparecía después de una tremenda cogida en la cabeza en Arévalo que
le obligaba a portar un pañuelo para tapar y cuidar la terrible herida en el
cuero cabelludo. Era aún más pirata, junto al parche que le acompaña desde la
desgraciada tarde de Zaragoza.
La plaza bullía, hervía en una tarde de calor y humedad extrema que
barruntaba una tormenta de verano que terminó por llegar de forma suave en el
cuarto toro después de descargar toda su ira en Tafalla.
Desde el paseíllo era evidente que el guión
aseguraba una tarde triunfal. Pero ¿y si todo se iba al traste? ¿Y si los toros
no acompañaban? ¿Y si ocurría algo que llevaba a la ruina la tarde más
emocionante de la Feria?
Un nuevo protagonista intervino entonces para
segurar que nada de eso ocurriera. Los
toros de Jandilla irrumpieron en el ruedo bravos,
encastados, con movilidad, clase, nobleza. Lo tuvieron todo, de forma casi
completa, los seis toros. Con sus detalles y con un gran toro como fue Jugoso,
el cuarto, que volaba como el Concorde por el pitón izquierdo.
Padilla no tuvo más que seguir la senda
marcada, puso todo lo
que tenía después de verle caminar con algún gesto
extraño, lanceó con el capote con largas cambiadas, puso banderillas con oficio
y toreo con sus limitaciones artísticas, pero siempre con la voluntad de
devolver a Pamplona todo lo que le
ha dado en tantos años, desde su debut en 1999 con una corrida
de Miura.
La plaza estalló cuando Padilla hundió la
espada en el primero y cayeron las dos orejas, como en una forma de asegurar
que la puerta grande y el final feliz de la película quedaba garantizada.
Padilla brindó el primer toro a la plaza y el
segundo a la Casa de
Misericordia. Visitó de blanco y oro con la faja roja, de
auténtico pamplonica.
Besó el suelo y tomó la
arena con la mano, ondeó banderas piratas, dios dos vueltas al ruedo y salió
a hombros entre uno de los mayores clamores que se recuerdan en Pamplona, con
una multitud esperando en el exterior del coso para recibirle extasiada.
Se acabó la historia de Padilla entre abrazos con Roca Rey,
el torero que coge el testigo, el torero que emociona, que rompe moldes y ha
terminado por arrasar en la feria con seis orejas en sus dos tardes.
Los dos salieron a hombros por merecimientos bien distintos,
pero los dos significan la honestidad y el valor del torero, la grandeza y la
personalidad de una mundo que llena plazas y arrastra a la emoción a quiénes
los siguen.
El peruano volvió a conmocionar a la plaza
con dos faenas bien
distintas, mucho más profunda y torera la primera, arriesgada y
de arrimones la segunda. Fue, sin embargo, en el primer toro cuando salió
lanzado por los aires al citar al toro quieto en los inicios de la faena.
Quizá ni fijó bien al toro con la muleta o
quizá el de Jandilla
se vino menos al trote y lo arrolló por completo. Roca Rey
ni se inmutó cuando se levantó de la arena. Apenas se miró para ver si tenía
alguna lesión.
Volvió a la cara del toro y efectuó una faena de peso,
de calidad. Pincho y quedó a expensas del sexto para repetir la puerta
grande.
La rubricó con un toro más complicado que
le obligó a sacar su
lado más inconsciente, ese que pone los pelos de punta cuando
le cambia los viajes al toro.
Mató con una gran estocada y cayeron las dos
orejas como cae el telón de la película y la historia de Padilla en Pamplona
para inaugurar un ciclo dominado por Roca Rey, el torero que llena plazas,
el torero silencia hasta a las peñas.
También estuvo Cayetano, invitado de
excepción a dos momentos históricos para Pamplona. No anduvo fino con el
primero y arriesgó algo más con el segundo. Dejó algún destello de calidad,
tanto con el capote como en dos o tres naturales.
Cortó una oreja y se recibió de Pamplona el
cariño del público.
El 13 de julio de 2018 dijo adiós Padilla a los Sanfermines y
le cedió en un cariñoso abrazo en el centro del ruedo, ambos a hombros, el
trono de Pamplona a Roca Rey.