La locomotora Roca Rey arrolla en Pamplona:
tres orejas para el peruano en una floja corrida de Cuvillo
Extracto de la crónica
publicada por Navarra, donde dan cuenta de la extraordinaria actuación de
nuestro compatriota Andrés Roca Rey.
Navarra.com Ignacio Murillo
Llegó Roca Rey para arrollar y arrasar en
Pamplona. Tres orejas, que por el público pudieron ser cuatro. El peruano
regresaba a Pamplona después de la cogida del año pasado, que le dejó sin triunfo y
le robó una tarde del calendario de San Fermín.
Ahora, antes del compromiso del día 13
con Padilla y
Cayetano, Roca Rey llegaba dispuesto y decidido a demostrar sin
ambages que él es el que llena las plazas hoy en día y, lo más importante, por
qué las llena.
Valor, técnica, una personalidad arrolladora que
conecta con el público al instante, una figura
torera y frágil que se expone ante los pitones como si
fuera a ser partida en dos en cualquiera de las embestidas, mientras él,
impasible, se pasa al toro como un malabarista
juega con una pelota.
Roca Rey tuvo ante sí dos
toros nobles de Núñez
del Cuvillo, aunque ambos carecieron del motor necesario para
haber engrandecido aún más sus faenas.
Fue mejor, sin duda, el segundo de su lote, con
el que cuajó una faena
más completa y provocó una verdadera revolución en los
tendidos. Hasta las peñas guardaron silencio y prestaron atención en sus dos
toros.
Roca Rey mandó en la
plaza desde los primeros compases al recibir al toro, muestró un
repertorio de quites con el capote y manejó la lidia, con la orden de no
picar mucho a sus toros.
Los quería vivos, con movimiento,
peligrosos. Y en la muleta mutó , aún más, en un funambulista que
cruza por una cuerda a metros de altitud y sin red. Es el valor. La
ausencia total de miedo o temor, mientras en los tendidos crece la
tensión.
Expuso de rodillas, se pasó a los toros
por la espalda, aunque no hubiera sitio, y bajó la mano para fundir
los pases y someter al
toro.
Roca Rey no cuajó su mejor tarde, pero aún así
cortó tres orejas entre
el extásis del público pamplonés.