Cortó tres orejas y salió a hombros junto a
Cayetano, que paseó dos trofeos
Daniel Herrera – La opinión
Fotos Página del Matador Roca Rey
Morante de la Puebla fue ovacionado ante una
corrida de Juan Pedro Domecq de juego desigual
La Goyesca de Ronda celebraba ayer su LXII
edición. La monumental plaza de la Real Maestranza de Caballería vestía sus
mejores galas para el día más importante, en el que recuperaba su esencia histórica.
Se hizo esperar el inicio del acontecimiento por la demora de Cayetano de
situarse para realizar el paseíllo por estar infiltrándose en la enfermería por
la fractura de costillas sufrida a mediados del mes de agosto en Pontevedra.
Pese a los malos comienzos, se redimía a las
primeras de cambio, asegurando la salida a hombros tras estoquear recibiendo al
primer toro de su lote. El animal de Juan Pedro Domecq embestía con franqueza,
dejándole la muleta puesta para tirar de él en redondo. Con una actitud
impecable, tuvo que cuidar a un animal noblísimo que estaba cogido con pinzas
de fuerza y casta. Le ayudó con remates por alto como afarolados y pases de
pecho con prestancia para rematar las tandas al natural. En su segundo, el
diestro que vestía un traje diseñado por Vicky Martín Berrocal, uno de los
contados rostros populares que se dieron cita en los abarrotados tendidos, el
pasodoble Concha Flamenco que interpretaba la banda de música se convertía en
banda sonora de una faena enrabietada ante un toro más deslucido.
Personal en los cites de frente con el compás
abierto, su labor fue creciendo en elegancia; aunque sin alcanzar cotas de
locura a pesar del misticismo del momento en un enclave único. Fue ovacionado.
Otro que pronto aseguró la salida en volandas
fue Andrés Roca Rey, que debutaba en la Goyesca y que impactó. En este caso
tampoco hubo buenos comienzos, al salir un toro descoordinado con el que se
ofreció un esperpéntico espectáculo hasta estoquearlo. Con el sobrero, ya
brilló con el percal, pero lo mejor estaba por llegar con la franela. Fue otro
toro que sirvió, y lo aprovechó desde el comienzo por estatuarios, un pase
cambiado por la espalda y el de pecho. Fue solo el principio de una exhibición
de toreo con ajuste y mano baja.
Imperturbable, se levantó tras ser volteado y
prosiguió con temple absoluto. Tras haberlo cuajado con el toreo fundamental,
hizo un alarde de valor con unas tandas de bernardinas finales escalofriantes.
Toreando así, no tiene más remedio que convertirse en breve en un figurón del
toreo.
No le pareció bastante, y salió arreando con
lances ceñidos con el capote también en el sexto. Inconformista, como debe ser,
no perdonó el quite mostrando repertorio con caleserinas, gaoneras o revolera.
Brindó a los hermanos Rivera Ordóñez, y plantó pelea al rebrincado Domecq en un
explosivo comienzo por la espalda para seguir con molinetes.
En su caso tampoco fue igual de bueno el primero que el segundo, pero el
peruano no se arrugó y le aguantó cabezazos y derrotes hasta mostrar la
absoluta superioridad del torero ante la fiera, sumando un nuevo trofeo al
esportón. Impactó su actitud y aptitud en la que puede ser su primera de muchas
goyescas de Ronda, ya que está llamado a marcar una época del toreo.
También vestía sus mejores galas Morante de la
Puebla, con un traje inspiración añeja que recordaba los tiempos del legendario
rondeño Pedro Romero, a quien la ciudad serrana dedica cada años sus fiestas.
Tocado con madroñeras, lanceó con un capote de seda, e inició la faena con
ayudados por alto y un molinete tras el que perdía pie el matador y quedaba a
merced del burel. Estuvo ágil para hacerse él mismo el quite y proseguir con
derechazos con temple y detalles como trincherazos.
No le agradó el cuarto, sin clase ni motor, y
cuando todos pensábamos que se iba a ir a por la espada de matar, sacó raza el
diestro para extraer tandas medidas por ambos pitones que, no por breves,
dejaron de saber a gloria. Fue ovacionado en su lote, solicitándosele en su
segundo un trofeo que el palco no concedió.