lunes, 29 de diciembre de 2008

CRONICA DE LA 3RA CORRIDA - CALI

Tarde apotósica dieron en Cali , Uceda Leal, Castella y Bolívar
ALBERTO LOPERA/MUNDOTORO
CALI (Colombia). El encaste Santacoloma y la entregada disposición de los toreros echaron ayer muy arriba la Feria de Cali ante 17.000 aficionados que colmaron totalmente los tendidos de Cañaveralejo en una tarde de toros que recordarán por mucho tiempo.
Un total de seis orejas se llevó la terna de destellados que iluminó, cada uno en su estilo, la penumbra de la tarde al filo de las seis y media, cuando fueron despedidos con sonoras ovaciones.
El encierro enviado por Ernesto González Caicedo, reducto puro del Santacoloma en América, dio la impresión de estar sobrado de alimento, a lo mejor con menos kilos hubiese tenido más movilidad. Lo que sí es innegable fue la calidad manifiesta de todos, bondad y nobleza, sin las malas intenciones tan comunes en este encaste.

Auténtica cátedra del toreo con la mano izquierda dictó el madrileño Uceda Leal en su segundo, que aunque algo soso y corto de embestida permitió que los aficionados vibraran con la ortodoxia pura del natural. Qué gran torero y que pureza en todo, sin alborotos ni cursilerías. Faena para el regusto de los buenos aficionados, rematada con la perfección del volapié. Premiada con una oreja, que han debido ser dos.
Lástima lo del primer toro, muy bonito pero sin fondo ni raza. Otra magnífica estocada que refrendó –valga la redundancia- al mejor estoqueador del momento.
Volvió el ídolo de Cali Sebastián Castella, esta vez ocupando el puesto de Miguel Angel Perera a quien su despedida de Madrid "le quitó" de un tajo la temporada americana.
El francés llegó a Cali con el dedo en alto ratificando su primacía en el corazón de los caleños. Una oreja en su primero y las dos en el otro son el claro reflejo a una ilimitada entrega. Qué bien toreó por bajo en redondo, con mano lenta dibujó series preciosas que acompañó la plaza entera con el compás de las palmas a las notas del pasodoble. Dos estocadas, perfectas y efectivas dieron cuenta de sus nobles ejemplares, uno de ellos – el quinto- premiado con arrastre lento.
De vacío estaba el colombiano Luis Bolívar al momento de abrirse el toril para que saliera el último toro de la corrida. Su primero, de gran calidad, solo le había permitido algunos muletazos de buen trazo antes de pararse casi por completo.
En su mente el convencimiento de no dejar ir solo al francés aupado por los costaleros. Lances de capa preciosos, verónicas y tafalleras motivaron los olés como preparativos a una faena muleteril llena de enjundia y torería, donde los pases de todas las marcas y variedades hicieron poner de pié al gentío que en colectiva locura se asombró con el estoconazo que en tres segundos puso al toro patas arriba mientras caían al ruedo botas, claveles y sombreros.